Avatar

Hablemos de cosas obvias. Y otras no tan obvias.

Vengo llegando del cine y obviamente vi Avatar, la nueva obra maestra de James Cameron, y debo confesar que me siento...deslumbrada.
Sin duda alguna los efectos especiales son increíbles literalmente, y cualquiera podría descifrar el mensaje que intenta derramar el filme. Resalta nuestra forma destructiva, nuestra ignorancia y nuestra tendencia a creernos superiores.
Sinceramente, al comienzo de la película pensé que de alguna forma los militares que habían colonizado en el planeta Pandora (o sería más correcto llamarlo Luna?) buscaban habitarlo en un intento desesperado de salvar a unos pocos humanos. Pues no: sólo buscában hacerse más ricos por medio de algún mineral que valía no se cuantos millones de dólares.

En verdad el dinero justifica la guerra? Justifica la destrucción de la naturaleza?
Es obvio que creemos que sí.

Creo que nunca nos hemos detenido a meditar nuestros errores. Son tantos, son tan profundos que es normal pensar que quizas son irreversibles. Quizás ya sea demasiado tarde.

Quizás también pensarán que el cambio es utópico, que el ser humano es malvado por naturaleza. Se justificarán y alegarán que muchos grupos han intentado el cambio y han fallado. De alguna forma es verdad.
Pero aún queda algo que no hemos intentado.
Y quizás, sólo quizás, aún queda un diminuto ápice de esperanza.

Por un momento pensé que postular a un humano como Jake como elegido de la fuerza creadora que rige en el planeta era una metáfora más de nuestra inepta tendencia a creernos superiores. Pero existe una escena crucial en la película.
En parte también era obvio que Jake terminaría cabalgando al Ave mayor (no logro recordar su nombre) y en verdad esta es la escena de las que les hablo.
El ave no elige a Jake impulsado por alguna fuerza divina o una determinación del destino. Es desición de Jake. Es él quien toma la desición de hacer la conexión y cabalgarlo. Al igual que decide cuál es su pueblo.
Esa desición es el epicentro del menaje del filme.
La desición.

Es la misma que debemos tomar cada uno de nosotros.
En nuestras cabezas seguimos repitiendo que alguien más se encargará y solucionará este desastre, quizás los gobiernos. Pero es hora de despertar y dejar de esperar.
La desición esta en nosotros mismos y muy en el fondo de nuestro ser sabemos qué es lo correcto a hacer.

Tomemos esa desición.
Aún nos queda un poco de tiempo.

Revelar lo trascendental y posible de esa desición es la verdadera esencia de esta película Friedart. Porque eso es lo que anhela el Friedart: mostrarnos que esa desición no es imposible de tomar y demostrar con franqueza las nefastas consecuencias de nuestro corrompido estilo de vida.
No es necesario dar marcha atras, debemos seguir avanzando, pero cambiar de rumbo.

Aún existe otro camino.
Sigámoslo ahora...mientras nos quedan los ultimos suspiros de nuestro planeta.

Si no vale la pena luchar por eso, qué sí lo vale?