6.1.19


Jugo de frutas

Frutos
podrían germinar en esta tierra,
salados, dulces, ácidos,
quizá rosas y lirios
o un pasto alto
para enamorar la lluvia.
Tierra para caminos,
tierra para tentar al sol
o inspirar la luna.
Un sendero para perder besos
en su mirada de café,
lanzar monedas en su experiencia,
memorizar aventuras con sus manos,
recitar en sueños.
Germinar,
así sea de pura fantasía.

31.8.15

Nostalgia 2.0

I

Quise entrelazar nuestras voces
para bailar galaxias,
alimentar abejas...

Quise beber su mirada,
tallar sus manos en mi alma
pero mis gritos
son sus gemidos
y entre sus piernas
hay un agujero negro
devorando hojas en blanco.

No quise
reclamar su tierra como mía
ni saquear sus riquezas.
Quería verla germinar.

Sé que no encontrará mis recuerdos
al fondo de su vaso
ni caminará los mares que nos separan
desde el primer beso,
no me alucina
ni en las noches de soledad,
no me busca con metáforas
ni pinceladas.

La quise
en los inviernos de su cintura
pero ya no quiero robarle sus besos al viento,
ya no perseguiré sus barcos en el horizonte
ni contaré las noches de faro apagado.

Quise entrelazar nuestros caminos
y nos tragó la lejanía.

2.8.15

Astralada

La quise como una estrella,
una luciérnaga
en mis lóbregas praderas,
una hoguera de metáforas,
pero siempre se ha fugado de mi boca,
somos astros alejándose,
nos amamos para olvidarnos
y aún así
la quiero
como mi eterna luna azul.


23.7.15

Poemas para la nostalgia 2.0

I

Yo conozco esa soledad
pegada en tu piel,
es de las más elegantes
pues roba nuestro aliento
incluso en el barullo centelleante
de la noche,
la de la compañía hueca,
la del beso para despertar la resaca...
hasta comenzar otra vez.

Quizá mi pedacito de prado
no sea tan elegante
pero aquí
el agua siempre fluye.

12.11.14

Ghostwriting

Poema de Frida Kahlo
a su gran amor


Mi grito de dolores
nació en tus labios,
se hizo pincelada en mi piel
y ahí te consagraste
como mi serpiente emplumada.

Me inmortalizaste
en un fresco de luna
y en el amor,
a pesar de todas las lágrimas
que disolví por ti
en mis óleos.
Reflejarme en tus ojos
fue contemplarme en el más vasto océano
de la imaginación
y ahí nadé para buscar tu precisión,
ahí aprendí a columpiarme
en las raíces de mi tierra,
y a beber del rocío
como si fuese tequila.

En ti encontré piezas de mi cuerpo
y desde ahí pinté
muchos
de mis autorretratos.
Fuiste siempre mi Dahlia y mi Jaguar
y aunque nunca emergieron tus chillidos
desde mi vientre,
debes saber que sí se fusionaron,
y reverberan nuestras voces
en nuestro continente
con todo el vigor del Popocatépetl.
Hoy seguimos vivos
en escuelas, en grandes museos,
en cuadros y en murales,
y en la lucha incansable
que despierta los sueños
de los justos.


Por eso, serás siempre mi Dieguito.

Poemas cortos para el olvido largo


1
Destilo del viento
las caricias de tu olvido:
centellas en mis hojas blancas,
te fugas con los ocasos,
tienes un idilio con mis secretos,
te veo en los horizontes
y te desmenuzas
en la yema de mis dedos,
cesa la musa,
me derrites de tu piel.







2
El caos en tu voz
me arrastró a la costa
más alejada de tu cintura.







3
Buscando perpetuar tu sonrisa
cambié lejanía por ausencia.







 4
Siguen capturando mi imaginación
tus labios
como puertos al viajero perdido;
levantaría muelles para la poesía
en esas costas
pero estos mares acallados
me han transformado en una Ulises
condenada al exilio,
y es que no eres Circe,
ni Penélope…
Eres Ítaca.







5

No consigo
ese suspiro tuyo
que hace juego con mis labios.

Un minuto de silencio

Por los sueños perdidos.

30.1.14

Flor de Araguaney

La sentencia de tu voz
en mi cabello
ha germinado mis pasiones
en un Araguaney de flores certeras.
Mi primavera en tu cuerpo
dibuja caminos
que conocen a las estrellas en persona.
Jamás timarían al sol
ni olvidarían el camino a casa.

Tu risa es energía en mis hojas,
tu compañía es agua en mi tallo,
eres vida en mi vida.
Y aunque las temporadas cambien
seré una sombra leal en el verano
y leña
para darte calor en el invierno.

15.11.13

Sirenas

Entre los mitos
que más fascinan a mis sentidos
el de las sirenas
emerge en esta noche de luna llena.
No me cuesta imaginar a las nubes
formando esa característica silueta,
y vaya que el océano profundo
debe ser como el cielo nocturno,
cuánta sobrecogedora oscuridad,
y cuán parecidas las mujeres de la tierra
a ese mito de marinos.
Tampoco es difícil imaginar
por qué una criatura
tan fantásticamente poderosa,
regente del elemento que captura nuestros anhelos y miedos,
y capaz de arrastrar fieros capitanes
hasta las fauces
de la más lujuriosa insania,
tiene torso de mujer.
Comenzando con esa belleza,
hoy leyenda,
capaz de volver locos a los humanos.
De princesa a princesa
rememora a Cleopatra y a Diana.
Me pregunto si la reina Nefertiti habría sentido celos de Marilyn Monroe.

La belleza femenina supera al mito,
y las de mi tierra son las mujeres más hermosas,
y también las más luchadoras.
Cuando pienso en la reivindicación femenina
que ha enamorado al planeta
se me eriza el alma.
En este continente de esclavos
las mujeres dirigen países,
levantan familias,
crían ideales de igualdad,
cosechan, pescan y manejan taxis,
y como un lápiz labial
manejan un fusil.

Sí, tienen mucho de las sirenas,
las mujeres,
y de otras criaturas de agua
como los salmones
ya que han luchado contra la corriente
con una valentía casi misteriosa
para dar vida.

Las maravillas del intelné.

"Sal con una chica que no lee"

por Charles Warnke

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.

Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.

Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.

Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.

Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.

Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.

No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

"Sal con una chica que lee"

por Rosemary Urquico

Sal con alguien que se gasta todo su dinero en libros y no en ropa, y que tiene problemas de espacio en el clóset porque ha comprado demasiados. Invita a salir a una chica que tiene una lista de libros por leer y que desde los doce años ha tenido una tarjeta de suscripción a una biblioteca.

Encuentra una chica que lee. Sabrás que es una ávida lectora porque en su maleta siempre llevará un libro que aún no ha comenzado a leer. Es la que siempre mira amorosamente los estantes de las librerías, la que grita en silencio cuando encuentra el libro que quería. ¿Ves a esa chica un tanto extraña oliendo las páginas de un libro viejo en una librería de segunda mano? Es la lectora. Nunca puede resistirse a oler las páginas de un libro, y más si están amarillas.

Es la chica que está sentada en el café del final de la calle, leyendo mientras espera. Si le echas una mirada a su taza, la crema deslactosada ha adquirido una textura un tanto natosa y flota encima del café porque ella está absorta en la lectura, perdida en el mundo que el autor ha creado. Siéntate a su lado. Es posible que te eche una mirada llena de indignación porque la mayoría de las lectoras odian ser interrumpidas. Pregúntale si le ha gustado el libro que tiene entre las manos.

Invítala a otra taza de café y dile qué opinas de Murakami. Averigua si fue capaz de terminar el primer capítulo de Fellowship y sé consciente de que si te dice que entendió el Ulises de Joyce lo hace solo para parecer inteligente. Pregúntale si le encanta Alicia o si quisiera ser ella.

Es fácil salir con una chica que lee. Regálale libros en su cumpleaños, de Navidad y en cada aniversario. Dale un regalo de palabras, bien sea en poesía o en una canción. Dale a Neruda, a Pound, a Sexton, a Cummings y hazle saber que entiendes que las palabras son amor. Comprende que ella es consciente de la diferencia entre realidad y ficción pero que de todas maneras va a buscar que su vida se asemeje a su libro favorito. No será culpa tuya si lo hace.

Por lo menos tiene que intentarlo.

Miéntele, si entiende de sintaxis también comprenderá tu necesidad de mentirle. Detrás de las palabras hay otras cosas: motivación, valor, matiz, diálogo; no será el fin del mundo.

Fállale. La lectora sabe que el fracaso lleva al clímax y que todo tiene un final, pero también entiende que siempre existe la posibilidad de escribirle una segunda parte a la historia y que se puede volver a empezar una y otra vez y aun así seguir siendo el héroe. También es consciente de que durante la vida habrá que toparse con uno o dos villanos.

¿Por qué tener miedo de lo que no eres? Las chicas que leen saben que las personas maduran, lo mismo que los personajes de un cuento o una novela, excepción hecha de los protagonistas de la sagaCrepúsculo.

Si te llegas a encontrar una chica que lee mantenla cerca, y cuando a las dos de la mañana la pilles llorando y abrazando el libro contra su pecho, prepárale una taza de té y consiéntela. Es probable que la pierdas durante un par de horas pero siempre va a regresar a ti. Hablará de los protagonistas del libro como si fueran reales y es que, por un tiempo, siempre lo son.

Le propondrás matrimonio durante un viaje en globo o en medio de un concierto de rock, o quizás formularás la pregunta por absoluta casualidad la próxima vez que se enferme; puede que hasta sea por Skype.

Sonreirás con tal fuerza que te preguntarás por qué tu corazón no ha estallado todavía haciendo que la sangre ruede por tu pecho. Escribirás la historia de ustedes, tendrán hijos con nombres extraños y gustos aún más raros. Ella les leerá a tus hijos The Cat in the Hat y Aslan, e incluso puede que lo haga el mismo día. Caminarán juntos los inviernos de la vejez y ella recitará los poemas de Keats en un susurro mientras tú sacudes la nieve de tus botas.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.